MI VOZ ESCRITA
Por Jorge Herrera
El día 3 del mes de marzo del corriente año, por enésima ocasión, (han sido tantas que hasta insultan la memoria) el presidente de la Junta Central Electoral (JCE), doctor Roberto Rosario Márquez, depositó el proyecto de Ley de Partidos Políticos y el de Ley Orgánica del Régimen Electoral.
Es obvio que esta vez, como tiene que ser, ha primado el derecho que le confiere a la JCE la vigente Constitución de la República en el acápite 4 del artículo 96 del capítulo IV para poder iniciar la formación de leyes en asuntos electorales.
En ese sentido la Carta Magna consagra de manera taxativa que, además de los senadores y diputados, del Presidente de la República y de la Suprema Corte de Justicia, en asuntos judiciales y en asuntos electorales, la Junta Central Electoral tiene derecho a iniciativa.
Más claro no canta ni el gallo que predijo el Mártir del Gólgota, cantaría luego de las tres negaciones de Pedro, según las Sagradas Escrituras. (Lucas 22, 54-62; Mateo 26,34, etc.).
Pero, no obstante lo explícito del mandato, sobretodo porque implica el factor exclusividad, los partidos políticos usan a sus legisladores para burlar la disposición.
No tengo ninguna duda de que en lo atinente a la zarandeada Ley de Partidos Políticos, será la Junta Central Electoral la que en definitiva tenga que ajustarse a la confabulación que le impongan los bufones inescrupulosos que hace tiempo ya, constituyen verdaderas y fuertes asociaciones de malhechores.
Si en este país se respetara la Carta Sustantiva del Estado que debíamos ser por convicción patriótica, y por consecuencia lógica a sus instituciones, pienso que no habría necesidad de tanto dispendio del erario en instancias que han sido preconcebidas para estar al servicio de los intereses del gobernante de turno y de su claque, desgraciadamente siempre perversa.
El conglomerado social, político y cultural que somos; es decir, la contemporaneidad relativa de las tres últimas generaciones nacionales, clama a gritos, desesperada, como si presintiera una debacle, el adecentamiento del ejercicio de la política, que de no producirse, la anarquía escribirá con letras indelebles lo que irremediablemente nos espera.
Y pensar que nueva vez veremos pisoteado ese “pedazo de papel”…